Ocurrido
el 21 de septiembre de 1983, en medio de una movilización convocada
por las Madres de Plaza de Mayo, el Siluetazo
es uno de esos momentos excepcionales de la historia en que una
iniciativa artística coincide con la demanda de un movimiento
social, y toma cuerpo por el impulso de una multitud, dispuesta a
involucrarse para disputar a las fuerzas represivas el espacio
público y propagar la denuncia de la existencia negada de 30000
desaparecidos a manos del terrorismo de Estado. El Siluetazo
i mplicó
la participación, en un improvisado e inmenso taller al aire libre
que duró hasta pasada la medianoche en Plaza de Mayo, de cientos de
manifestantes que pintaron y pusieron
su cuerpo
para
bosquejar las siluetas que fueron posteriormente pegadas por los
alrededores. El
proceso de subjetivación que produjo este acontecimiento se basaba
en la des-identificación de los cuerpos, en aquella evocación
silueteada del otro que imprimía una doble huella, en la que la
memoria del ausente-presente (el desaparecido) se superponía al
futuro incierto del presente-ausente (el manifestante) .
Si en los ’60 se tendía a afirmar la preexistencia de una
comunidad cuyo impulso utópico se concretaría en el cumplimiento de
un acontecimiento ulterior (la revolución), en los ’80 era el
propio acontecimiento el que, desde las ruinas de ese proyecto
revolucionario, creaba los lazos afectivos de una generación
involucrada en volver evidente y visible la reprimida (en sentido
literal y freudiano) presencia/ausencia de los desaparecidos ,
estableciendo con ellos una comunidad de sentimientos que, sin
embargo, no implicaba necesariamente la adopción de su programa
político .
La articulación entre arte y política desplazaba así su énfasis
de la (e)fectividad
a la (a)fectividad .
Palabras claves: política, afectividad, movimientos sociales, arte, desaparecidos
Autores: VINDEL, JAIME (NINGUNO, Spain / Spanien)